15.8.08

ALABANZA DEL OLVIDO

Ah!, hombre, no creerán usted que aquí nomás nosotros estamos en CONTRA de too lo que se deje... (como si pudieramos saber lo que es el todo), no... no... no... Al contrario, estamos en contra de too lo que se pueda saberse... Y lo que no, se celebra con gusto y alegría... No nos vaya usted a confundir con algun nihilista que se haya creído que la REALIDAD es todo lo que hay. ¡No que va!

Y por ello, alabamos al olvido. Le alabamos porque no nos queda de otra, porque no sabemos que pueda ser, pero nos gusta, nos cae muy bien, así como un traguito de agua fresca en estos calores que corren... ¡Ay, el olvido! Se nos hace agua la boca nomas de imaginarnos la de cosas que se podría hacer si olvidaramos... si se nos olvidaran las cosas... con ese olvido bonito, que es que se te vaya el avión: que se te vaya muy lejos, que se te olvide hasta el nombre de uno, quien es uno, donde está, que hace y hasta cómo tiene que ser una mesa. ¡Por eso el sueño es tan bonito y tan reconfortante para algunos! Porque ahí no son ellos, ni siquiera se les ocurre pensar que son algo, están olvidados.

Aunque tampoco nos malentienda, no hablamos de ese olvido del todo... (ese que está determinado), redondo, mondo y lirondo... Na, na, na... ¿Algo se podrá olvidar del todo? Quien sabe... y pa' lo que nos importa...

Hablo del olvido que nos recompone las cosas. Así como cuando se nos olvida donde estba aquella tienda que entramos una vez, y ya nos tiene usted investigando las callejuelas, a ver dónde pueda estar y hasta imaginarla que se la ha tragado la tierra -o que la calle ha cambiado de dirección y se ha movido para otra parte- y así medio nos reencontramos con esa vida perdida que es no saber nada de nada... Frente a este tedio horripilante y terriblemente desolador de saber que se tiene que hacer en cada momento.

O cuando se nos olvida hacer esto o aquello, se nos borran los nombres, los lugares, y podemos volver a hacer las cosas varias veces con la alegría de hacerlas por vez primera... Con la alegría de no saber y encontrarle el regustillo una y mil veces. O cuando un recuerdo se nos tuerce con la violencia suficiente como para contarnos algo nuevo de nosotros mismos, algo que ni siquiera sabíamos, algo que ni es verdad ni mentira, que ni está acá, ni allá, sino que se revuelve el recuerdo -mezclado con el olvido- y así vuelve uno a vivir con esa fuerza y con ese gusto lo que ya ha pasado... y no como uno va a ver una película: simple reroducción... pura televidencia. No, no...

Olé por el olvido... Y a ver si nos vamos más olvidando de ser uno que el gusto que nos da ni tiene nombre y desde aquí nos quitamos el sombrero frente a eso que gusta, que nos compensa de toda la mierda que nos llueve y que sigue siendo bueno, bonito y gratuito.

Ala pues, a olvidar.

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