2.9.08

CONTRA LA PAREJA

-Rocío, ¿a dónde vas con esa cara y esos lagrimones que te escurren y te enrojecen la cara?

-Déjame, abue que hoy no estoy para bormas.

-Pero ¿qué te ha pasado, hijita?

-Es Raymundo... se ha ido, abuela, se ha ido de mi lado.

-¡Ay mijita, vente para acá! Perate, no me llenes de mocos la colcha. Ven métete aca debajo y acurrucate, mi niña... ¡ay, qué se fue el Raymundo! ¡El Raymundo!

-Sí, abue, sí...

-Oye y ¿quién es el Raymundo...?

-¡Abueeela!

-No llores, hija, no... dime... anda quien es ese...

-Pues era mi novio... ¿quién va a ser si no?

-Ah, TÚ novio... ya, ya, entiendo. ¿Y por eso estas triste, bebecita?

-¿Cómo no estarlo, si ya estoy sola? ¡SOLA!

-No estás sola, niña, aquí estoy yo... y aunque no estuviera yo, tampoco podrías estar sola.

-¿Cómo no, abue Nieves? SOLA... sola como la una, como perra...

-A ver, hija... ¿Cuál es el primer requisito para estar 'sola', como dices?

-Pues no tener novio...

-Na, na, na... Antes que eso... Antes que no tener compañía hay un requisito previo.

-¿Y cuál es?

-Pues que seas 'una'.

-¡Y no seré yo una! ¡Seré dos o tres, como los loquitos!

-No, mija, que a los loquitos se les hace patente la verdad -de que no se puede ser 'uno', pero los muy sonzos no alcanzan a salirse del tema de ser númerarios- y se creen que serán tres, dos o los diecisiete que haga falta. Pero la verdad es que si usted no es una es porque no es ninguna. Porque para haber dos, como en la pareja, se necesita que haya dos 'unos' o lo que es lo mismo... que tenga dos partes cerradas y determinadas. Y tú no eres así, hijita mía.

-¿Pero cómo no voy a ser así, abuela? Si hasta siento que mis carnes están solitas, abandonadas, tristes, sin ser tocadas por ninguna mano que les pase electricidad, que le pase lo que sea... está tan triste de estar sin estremecerse.

-Ay, hija... ¿qué me vas a contar tú a mí? Pero no te das cuenta que eso es lo que viene a confirmar la verdad... ¡que ni tu piel se siente agusto si no tiene otro cuerpecillo en la cual deshacherse y descocerse a besos y caricias! Ya vez, pues, que lo que te gustaba de Raymundo no era que fuera él como 'uno', y en tanto 'uno' era, fuese Raymundo... Sino que lo que te gustaba de veras era que te ayudaba a que dejaras atrás a esa 'una' que crees que eres tú. Y seguro que al Raymundo ese le pasaba igual...

-Pero ¿y mi corazoncito? ¿Y mi almita, que ya no tiene sobre que oídos derramarse?

-¿Cómo que no, hija mía? Si como mucho, lo que tú seas es una pelotita de palabras que se va esparciendo por aquí y por allá, sin enterarse demasiado ni de donde sale ni a donde va. Y si hubiese algo por debajo, que ni sé ni me importa, siempre encuentra sobre qué derramarse, sea sobre tu abuelita Nieves o sobre el aire mismo... ¿qué falta hace? ¡Y cantando ya verás como se te va todo eso!

-¿Cantando?

-Si hijita, deshaciendote de ti misma... que es lo único que puede estar incomodandote en esto de no tener pareja. Deja de ser 'una', mi niña...

-Eso suena a suicido, abue.

-No seas burra, mija... ¿vas a creer que tú misma es ese cuerpo serrano lindo y guapo, del que Raymundo habrá bebido zumos y rezumos de la vida -y que ya habrá cola tras él de niños y niñas que quieran beberselo entero- conTIGO? ¡No, mi niña! Ese cuerpecillo no es tuyo, ni lo que crees que es la vida... por eso, deshacerse de uno no es matarse... sino todo lo contrario, mija, encontrar un respiro de vida buena... De lo que de veras es bueno.

-Ay, abue, hay veces que no la entiendo.

-Mejor así, porque si tú no me entiendes, tu cuerpecito sí, que ya lo siento que se desentume y se relaja bajo estas colchitas. Y anda vamos a dormir un ratito, que también así nos olvidamos de quienes somos, y por ende también del Raymundo ese... y de paso del Rey Mundo.

-Sí abue, durmamos un poquito.

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